Tras varios intentos frustrados, justo en el peor momento, se ha vuelto a colar en los planes del Botànic la implantación de una “tasa turística”. Una zancadilla más para el sector turístico que sigue sin entender por qué lo llaman tasa, por qué no se ha debatido previamente con ellos y, sobre todo, por qué ahora.
Un importante porcentaje de la planta hotelera sigue cerrado, no se prevé una actividad turística normalizada hasta este verano —cuatro meses más tarde de lo previsto— y miles de trabajadores siguen sin saber si podrán volver a sus puestos de trabajo, pero a los políticos este les debe parece el escenario ideal para crear un nuevo impuesto. Que alguien me explique ¿por qué tenía que ser ahora?
Empezaré por la primera cuestión, ¿por qué lo llaman tasa cuando quieren decir impuesto?. Seguro que les viene a la cabeza el nombre de una película vinculada con conceptos más románticos que los tributos, pero, si lo piensan, el fin es el mismo: maquillar la realidad. Porque la verdad es que hablamos de un impuesto, un impuesto que irá a engrosar las arcas de la Generalitat pero del que permítanme que ponga en cuarentena que vaya a ir destinado a políticas de vivienda social. Primero ¿cómo lo sabremos si la caja es única? Y segundo, ¿por qué financiarlas con una nueva tasa? ¿Acaso no existen unos presupuestos que ya deberían cubrir entre otras estas políticas?
Comparto con la vicepresidenta del Consell que nadie dejaría de ir a París por pagar 2 euros más, pero ¿dejarán de venir ahora a la Comunitat Valenciana? No quiero desmerecer con esto nuestro territorio ni sus bondades turísticas, por suerte, las tenemos y muchas. Sin embargo, hay que ser realista: nuestro modelo turístico es diferente.
Son precisamente esas diferencias las que hubiesen aconsejado, como mínimo, un contacto previo con los sectores más afectados. Este ha sido otro de los problemas de la larga cadena de errores ligados al anuncio de este impuesto: no haber contado antes con la opinión del turismo, de la hostelería, o del comercio, entre otros, aunque fuese simplemente para pulsar el sentir del empresariado y de los trabajadores.
Creo en el diálogo como una herramienta útil, la más útil, para llegar a consensos en beneficio de todos y, sinceramente, estoy convencida de que, pese a que la última palabra la tienen el Consell y Les Corts, con diálogo hubiéramos conseguido acercar posturas y hacer atender a nuestros políticos las razones por las que carece de sentido plantear ahora un impuesto dirigido a las estancias turísticas. Piensen que estaríamos iniciando su tramitación en pleno 2022, tras dos años de crisis sanitaria de cuyas consecuencias económicas todavía no hemos escapado.
De esta crisis no ha salido indemne ningún sector económico, pero todos sabemos, también el Botànic, que el impacto ha sido más grave para el turismo y su cadena de valor. De hecho, en comparación con 2019, los hoteles de la Comunitat Valenciana perdieron en 2021 el 48% de sus pernoctaciones, una caída que ha sido especialmente importante en el mercado internacional— a quién en teoría va más dirigida esa tasa —en el que las pérdidas han llegado al 70%.
Un importante porcentaje de la planta hotelera sigue cerrado, no se prevé una actividad turística normalizada hasta este verano —cuatro meses más tarde de lo previsto— y miles de trabajadores siguen sin saber si podrán volver a sus puestos de trabajo, pero a los políticos este les debe parece el escenario ideal para crear un nuevo impuesto. Que alguien me explique ¿por qué tenía que ser ahora?
La urgencia está en otros temas. Como, por ejemplo, en qué hacemos con los ERTES que acaban el 28 de febrero y de los que nadie sabe nada. Más de 20.000 personas siguen en estos momentos a la espera de saber cuál será su situación dentro de dos semanas.
Entenderán ustedes, que en una situación tan complicada como la descrita, digamos no a la implantación de un impuesto a los turistas que elijan como destino nuestra Comunidad. ¿Alguien se ha parado a pensar de las consecuencias que ello conllevaría sobre nuestra economía o sobre la imagen del sector turístico valenciano? En estos momentos lo que el sector necesita es un balón de oxígeno, de lo contrario pueden quedar a la deriva muchas empresas y con ellas muchos puestos de trabajo.
La Comunitat Valenciana necesita una mejor financiación, de acuerdo, pero ¿tienen que ser los turistas los que nos la den? ¿No debería ser el cambio de modelo de financiación? ¿No podemos utilizar los fondos europeos para invertir en un sector que tantas alegrías nos ha dado y nos dará?.
Créanme cuando les digo que nos jugamos mucho y, por eso mismo, vuelvo a la pregunta del inicio: ¿tenía que ser ahora?.