Virginia López Valiente es directora general de Cruises News Media Group.
No hay precedentes, no valen las comparaciones. Estamos asistiendo a la mayor crisis que ha afrontado la industria de cruceros en toda su historia.
Mientras estamos asistiendo a la paulatina apertura del turismo en la mayoría de los territorios, las compañías de cruceros siguen posponiendo el regreso y eso solo responde a un acto de extrema responsabilidad. Los grandes grupos, propietarios de la mayoría de las compañías de cruceros, tienen claro que mientras no haya una vida social normal en nuestras ciudades, es muy delicado organizar una vida social a bordo, porque los cruceros van de eso, van de vacaciones, de vida social. Los cruceros no son medios de transporte, son viajes de placer que aúnan muchos de esos placeres de cualquier forma vacacional, con otros exclusivos.
Serán las recomendaciones y avances científicos y médicos los que dictarán cualquier cambio y protocolo que haga posible que las compañías de cruceros vuelvan a operar. Es mucho lo que está en juego. No vayamos a creer por un minuto que el coste económico al que se están enfrentando no es monumental, porque de hecho los grandes grupos han tenido que recurrir a diferentes fórmulas para conseguir financiación que les permita la supervivencia, como poner a la venta paquetes de acciones al que en otro momento sería imposible acceder, o a una reducción importantísima de plantilla.
Y todo esto ha ocurrido en el momento de mayor esplendor y crecimiento de una industria joven pero muy potente, con una flota de más de 400 barcos y con más de 120 bajo pedido de construcción cuya mayoría, por cierto, estaba asignada a astilleros europeos.
Royal Caribbean ya ha manifestado que piensa seguir adelante con la construcción de los barcos programados, Celebrity Cruises ha inaugurado el Apex mientras estábamos confinados, el Iona de P&O ya ha hecho sus pruebas de flotación y el barco de expedición Silver Origin se ha entregado esta semana ya preparado para poder navegar en las Galápagos que es para lo que fue concebido.
En resumen, las compañías de cruceros, que recordemos, pararon voluntariamente sus operaciones, se mantienen en cero ingresos pero con gastos importantísimos asociados no solo a la construcción naval, que persiste, sino al mantenimiento de la flota que paró momentáneamente en primera instancia con tripulación a bordo y que ha ido paulatinamente modificando su operativa de “desarme”, siempre con costes multimillonarios de mantenimiento, tanto por parar como por los esfuerzos en repatriar tripulantes en un escenario mundial sin aviones y con severas restricciones gubernamentales.
La pregunta ahora es cuándo y cómo volver.
Los análisis más conservadores vaticinan más de dos años para volver a estar en la situación de enero de 2020. Ni tan mal. ¿Imaginan cuán complicado es volver a poner en marcha tan potente maquinaria?. Hay más de 700 destinos de cruceros por todo el mundo y cada uno de ellos está implantando sus propias reglas, por lo que antes de que se navegue con normalidad habrá que poder cumplir con todas ellas.
Esta es una crisis global provocada por un virus nuevo, con pocos meses de vida y, por lo tanto, con muy poco conocimiento sobre él. La mejor de las soluciones es que desapareciera como ocurrió con el SARS de 2002, pero nadie contempla sentarse a esperar a que esto ocurra o a que irrumpa el tratamiento o la vacuna, aunque bien es cierto que estamos asistiendo a un análisis precipitado o atropellado de cuáles serían las medidas más apropiadas de control o prevención. Lo que hace un mes parece que valía después se ha demostrado ineficaz o no sufícientemente eficaz.
El mensaje que debemos trasmitir es el de confianza en un sector que está trabajando para implantar medidas a favor de nuestra seguridad y que no todas van a ser tan temporales, muchas de ellas vienen para quedarse y reforzar la calidad, la seguridad y el servicio que las navieras ofrecen a sus clientes. Controles tanto en el embarque como a bordo, distanciamiento social en restaurantes y lugares de ocio, aplicaciones que eviten el manejo de papel o pantallas comunes, aumento de la tripulación, reducir la manipulación de alimentos, replanteamiento de las excursiones, ampliación del área medicalizada y muchos otros, evitando, eso sí, dañar el disfrute de todo aquello que ha hecho destacar a este producto por encima de muchos otros.
Los primeros cruceros navegarán o por las costas de un mismo país, o con pasajeros de una misma nacionalidad, o sin escalas para mayor disfrute de la vida a bordo, o en embarcaciones más pequeñas, o con menos pasaje y más tripulación, hasta que puedan desplegar todo su esplendor. No vamos a renunciar a viajar y aquí deberemos empoderar a los agentes de viaje que además de resurgir de tan complicada situación, deberán hacer un esfuerzo ímprobo en devolver la confianza a los viajeros y transmitir el mensaje de seguridad y responsabilidad necesario para que acortemos la tan deseada vuelta a la total recuperación de nuestra industria.