El sector turístico es el que más está sufriendo la crisis de la pandemia de la Covid-19, tanto por sus efectos directos como por algunas de las medidas establecidas. En algunos casos, vinculados a la regulación y sostenimiento del empleo, en otras por decisiones que afectan directamente al sector como la supresión de los viajes del Imserso. Hoy, en plena segunda ola de la pandemia, podemos afirmar que las medidas iniciales para defender el empleo, requieren una modulación amplia, bien porque son insuficientes, bien porque se pueden convertir en contraproducentes.
Siendo justos, hay que afirmar que las medidas acordadas tras el Real Decreto 463/2020 por el que se declaró el Estado de Alarma, fueron un colchón para muchas empresas, ya que una gran mayoría de ellas pudieron plantear, con el fin de sortear los efectos negativos de la Pandemia, expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), ya fuera de fuerza mayor o por causas objetivas. A día de hoy, esas mismas medidas, que se establecieron en ese contexto se manifiestan claramente insuficientes ante las necesidades reales de las empresas que no han recuperado sus niveles de actividad previa a la crisis de la Covid-19. Y en como ocurre en el sector turístico, puede no recuperarse hasta dentro de muchos meses.
Aunque en primer término todo ello supuso un alivio, un elevado porcentaje de las empresas que plantearon este tipo de medidas, a día de hoy no se han recuperado. Incluso algunas de ellas han visto agravada su situación y se plantean abiertamente la continuidad de su actividad. De hecho, en estas últimas semanas, las empresas se han visto obligadas a ampliar las suspensiones y reducciones de los contratos de sus trabajadores, solicitar crédito y hacer alguna que otra extinción para aligerar sus costes y, de esta manera, intentar ganar tiempo, alargar su supervivencia y tratar de aferrarse a un futuro que le permita renovar su actividad con la normalidad anterior al Covid-19. El anuncio de algunos miembros del Gobierno de España de extender los Ertes hasta, al menos, la Semana Santa puede dar algún margen de esperanza.
Pero mientras tanto, y al analizar la situación, nos encontramos que las empresas tienen dos grandes dificultades establecidas en la normativa que, en principio, se generó para garantizar su supervivencia. De una parte, sufren la cláusula de salvaguarda del empleo, esto es, la obligación de las empresas que aplicaron exoneraciones a las cuotas de Seguridad Social de mantener el nivel de su plantilla durante un período de seis meses desde que reincorporaron al primer trabajador afectado.
De otra, las empresas se sienten atenazadas por la “prohibición” de realizar despidos basados en causas económicas, técnicas, organizativas o de producción hasta el 31 de enero de 2021, cuando en realidad sí hay motivos económicos, técnicos, organizativos y de producción que justificarían acciones en materia de ajuste de plantilla.
Estos dos aspectos serían los que se tendrían que analizar por parte de los responsables en la Administración en materia laboral ya que ha transcurrido un tiempo más que prudencial para valorar si estas medidas han sido suficientes o no para suavizar el impacto de los efectos de esta pandemia. En estos momentos, todavía en plena crisis, la Administración debe de ver que la realidad es que algunas empresas se encuentran en una situación crítica.
El sector hotelero, y el turístico en su sentido más amplio, tiene un claro compromiso con su actividad, tienen vocación de permanencia a medio plazo, precisamente para intentar evitar la presentación del concurso de acreedores, con lo cual, sólo necesitan un escenario acorde con sus necesidades que les permita sobrevivir a la situación con la que nos enfrentamos todo el conjunto de la sociedad. Y son muchas las que no tienen más salida a este callejón que el despido objetivo, ya sea de carácter colectivo o individual, medida que dependerá del número de trabajadores afectados por la extinción.
Por ello, y a estas alturas de la segunda oleada de la pandemia que recorre Europa estaría bien, por la salud del conjunto del sector, replantearse aquellas cuestiones o limitaciones que sirvieron en marzo, pero que hoy no tiene ese impacto tan positivo, reconociendo que para las empresas las medidas adoptadas están siendo insuficientes si queremos preservar su actividad. Porque lo importante para recuperar empleo, es que tras la pandemia, sigan existiendo una planta hotelera competitiva, preparada, adaptada a la nueva realidad del sector y con fortaleza financiera suficientes para recuperar trabajadores y hacerse con el excelente capital humano que este país tiene en este sector. Sin hoteles, sin sector, no hay empleo turístico.