En un momento en el que están las UCI llenas y hay una gran presión hospitalaria y una enorme fatiga en el personal sanitario, sería sorprendente y provocaría, cuanto menos, carcajadas que no se diseñaran medidas de choque para salvar la vida del paciente y se pensara, por el contrario, en realizarle operaciones de cirugía estética para tapar las cicatrices de las vías parenterales o los respiradores.
Permítanme este símil, con todo el respeto y guardando las distancias, ante las diversas informaciones que apuntan a la aplicación de medidas relacionadas con la solvencia de las empresas, que son necesarias, pero de escasa utilidad si no vienen acompañadas por medidas valientes que salven la estructura empresarial y su viabilidad operativa en el presente.
La necesidad más acuciante del sector no es “maquillar” balances sino recibir subvenciones directas. El maquillaje es necesario, pero necesitamos un cambio más profundo, un cambio de fisionomía. Por tanto, lo que el sector precisa hoy no es cirugía estética, sino una cirugía coronaria. Se trata de un paciente en la UCI con las arterias atascadas y, para liberarlas, necesitamos sangre en forma de liquidez.
El sector viene reclamando desde hace meses ayudas directas en este sentido o que tengan un importante efecto en la disminución de los costes en los que incurren las empresas por su baja actividad y no solamente créditos que algún día habrá que devolver.
Una de estas medidas es la apertura de un nuevo periodo y una nueva ley de revalorización de activos sin coste fiscal y una cierta libertad de amortización, ya que la mayoría de los activos de las empresas están a valor neto patrimonial y, por tanto, muy alejados del valor real. Esto provoca que los balances de los activos que han de respaldar el apalancamiento financiero, al ser de escaso valor contable, generen un rechazo por los departamentos de riesgos bancarios y provoquen una falsa sensación de poca solvencia. Esta importante ley serviría para sanear el balance de las empresas y, por tanto, la capacidad de asumir compromisos financieros que deberían venir acompañados de ampliación de periodos de carencia y de plazos de devolución.
Sin embargo, esta medida no será la que salve a las compañías, ya que lo importante es la recuperación de la demanda, volver a ejecutar la actividad y generar los ingresos suficientes para poder hacer frente a los compromisos adquiridos anteriormente tanto financieros como mercantiles y laborales.
Y es que, al igual que se produce fatiga en los sanitarios, se produce fatiga en los empresarios y en sus empleados que ven con desesperación la ausencia de medidas concretas y reclamadas hasta la saciedad. Entre ellas se encuentran también algunas relacionadas con los pagos a la Administración General en forma de tributos, tasas y cotizaciones sociales, que han producido que las empresas entren en serias dificultades y una negatividad en sus gestores que conduce al desánimo y a la falta de deseo de continuar.
Necesitamos cambiar radicalmente el estado de ánimo de las empresas para que afronten la más que segura recuperación y, para ello, es fundamental que sientan el respaldo de la Administración y que se les ofrezcan medidas flexibles laborales y fiscales para abrir con energías renovadas cuando la demanda empiece de nuevo a llamar a las puertas.
Cierro la presente reflexión volviendo al símil médico. En estos momentos, tenemos que aunar esfuerzos para conseguir que nuestro querido paciente – el turismo- salga de la UCI sin daños externos que provoquen rechazo visual, pero con la total garantía de que podrá vivir una vida plena y recuperarse por completo de esta enfermedad que llegó de forma tan inesperada. Guapos y guapas, sí; pero, sobre todo, saludables y en plena forma para afrontar de nuevo al 100% un futuro ilusionante.