Esta semana en la que Madrid acoge la Cumbre del Clima, la Mesa del Turismo reflexiona sobre el impacto del cambio climático en la actividad turística y sobre lo que el sector está haciendo para atajarlo. Asimismo, la agrupación turística llama la atención sobre un fenómeno de proporciones crecientes: el movimiento social que alienta el rechazo a volar.
Germán Porras, secretario general de la Mesa del Turismo, crítica que se atribuya al turismo una cuota de responsabilidad desproporcionada en el impacto sobre el cambio climático. “Se está demonizando al viaje, cuando el avión apenas supone entre un 2% y un 5% de la emisión de CO2, mientras que otros sectores como el ganado vacuno, subsidiado por la UE, o la entrega de las compras por las redes sociales suponen una aportación muy superior a la emisión de gases de efecto invernadero”, afirma el portavoz de la Mesa.
Esta agrupación no niega la realidad del cambio climático y la necesidad de darle una respuesta contundente, pero argumenta que hay que centrarse en los sectores y en las soluciones que sean más realistas, eficaces y, a la vez, más eficientes.
Cambio climático: amenaza y soluciones
El cambio climático supone una doble amenaza para el turismo. Una es real y afecta de manera directa a la actividad turística y la otra es generada y adopta la forma de movimiento social alimentado ideológicamente.
Los cruceros y los ferris están sustituyendo los combustibles más contaminantes por el gas licuado, y cuando están atracados, utilizan la energía eléctrica proporcionada por los puertos para los servicios del buque. Se ha dado un paso con la puesta en servicio de un ferry eléctrico que une dos islas danesas y su fabricante cuenta ya con 25 pedidos adicionales. Es previsible que el 80% del transporte en ferry en Europa se pueda hacer con energía eléctrica en un futuro muy próximo.
El turismo es una de las actividades más directamente afectadas por el cambio climático. Destinos de sol y playa y estaciones de montaña ya perciben los efectos de una evolución del clima que pocos discuten; también destinos culturales, como ha sido el caso reciente de Venecia. Por ello, el sector turístico es el más interesado en que se adopten medidas que neutralicen o palien la evolución del clima y sus efectos negativos.
El sector turístico, como directamente afectado, está reaccionando ante el cambio climático. La industria aeronáutica está produciendo aviones con materiales más ligeros, con diseños más aerodinámicos, y con motores más eficientes. Las líneas aéreas están renovando sus flotas con estos nuevos modelos, que, al consumir menos, contribuyen a la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero. Esta conciencia de combatir el cambio climático ha llevado a algunas líneas aéreas -como KLM- a recomendar a los viajeros con desplazamientos inferiores a 600 kilómetros que utilicen el tren. El presidente de Iberia manifestó en una reciente conferencia una posición similar.
Los cruceros y los ferris están sustituyendo los combustibles más contaminantes por el gas licuado, y cuando están atracados, utilizan la energía eléctrica proporcionada por los puertos para los servicios del buque. Se ha dado un paso con la puesta en servicio de un ferry eléctrico que une dos islas danesas y su fabricante cuenta ya con 25 pedidos adicionales. Es previsible que el 80% del transporte en ferry en Europa se pueda hacer con energía eléctrica en un futuro muy próximo.
El sector hotelero no se queda atrás. Ha avanzado considerablemente en el ahorro energético y en el uso del agua mediante el control de iluminación y climatización, así como en la lucha por eliminar el plástico de un solo uso. Los pasos más recientes se han dado en Baleares, que, una vez más, se coloca en la vanguardia con las iniciativas de la economía circular, adoptada por las grandes cadenas hoteleras mallorquinas, consistente en que los residuos orgánicos son seleccionados y utilizados por los proveedores locales de alimentos como fertilizantes. La economía circular sería la base del llamado “turismo regenerativo”, que abarcaría la producción local de energías renovables; el cambio hacia un transporte eléctrico público más accesible y menos dañoso al medioambiente; la citada asociación de los hoteleros con sus proveedores; ayudado a formar cooperativas de agricultura regenerativa y orgánica, que al mismo tiempo favorezcan a la regeneración del suelo. De esta manera el turismo balear, creador del todo incluido, volvería a crear un modelo turístico exportable a otros destinos.
El sector hotelero no se queda atrás. Ha avanzado considerablemente en el ahorro energético y en el uso del agua mediante el control de iluminación y climatización, así como en la lucha por eliminar el plástico de un solo uso. Los pasos más recientes se han dado en Baleares, que, una vez más, se coloca en la vanguardia con las iniciativas de la economía circular, adoptada por las grandes cadenas hoteleras mallorquinas, consistente en que los residuos orgánicos son seleccionados y utilizados por los proveedores locales de alimentos como fertilizantes.
“Esta limitada enumeración de las iniciativas que está adoptando el sector turístico para contribuir a la lucha contra el cambio climático es una muestra de medidas realistas, eficaces y eficientes”, afirma el secretario general de la Mesa del Turismo. “En contraste, el movimiento social cristalizado en la denominada “vergüenza a volar” se caracteriza por la emotividad, no por la racionalidad. Alentado por motivaciones ideológicas ha demonizado a los viajes y al turismo”, critica.
Y lo verdaderamente preocupante -insiste la agrupación- es que los Poderes Públicos, tanto los Gobiernos como las Organizaciones Internacionales, de los que cabe esperar que afronten con racionalidad los problemas que tiene planteados la humanidad, parecen participar en el clima emocional, proponiendo medidas que no contribuirán a solucionar los retos reales del cambio climático.
La solución no pasa por crear impuestos
Una muestra de este enfoque es el Informe encargado y asumido por la Comisión Europea, que propone solucionar “la vergüenza a volar” mediante medidas impositivas que reducirían el PIB del sector de la aviación en un 11%. Este recorte sería compensado con el estímulo de otros sectores productivos –“quizás más contaminantes, como incrementando los subsidios a la ganadería vacuna”, apunta el portavoz de la Mesa del Turismo-. El Informe va más allá, afirmado que estas medidas serían neutras no sólo para el conjunto de la UE sino para cada uno de sus miembros, sin importar, al parecer, si son centrales o periféricos. Baste recordar que España recibe el 82% de su turismo por vía aérea, y que las áreas insulares quedarían aisladas. En vez de este planteamiento, la Comisión Europea conseguiría resultados más positivos aplicando el Cielo Único Europeo, que lleva 18 años de retraso.
La lucha contra el cambio climático va a suponer la inversión de gigantescos recursos económicos. Es exigible que este esfuerzo, al que todos vamos a contribuir, esté regido por los principios de eficacia y eficiencia, aplicándose a aquellas actividades en las que el efecto sea el más grande y medible, para que la inversión sea justificable.
Last but not least, la movilidad es un derecho humano que ha costado mucho conseguir, y todavía encuentra grandes obstáculos. Las limitaciones al mismo supondrían un grave retroceso en el nivel del bienestar social, advierte la Mesa del Turismo.