El Monasterio de Uclés en Cuenca pionero en la divulgación de la conciliación cultural

El Monasterio de Uclés, en Cuenca, conocido como El Escorial de la Mancha, busca ser pionero en la divulgación de la conciliación cultural a través de diversos proyectos, con el patrocinio de Fernando Núñez, tras el éxito obtenido hace dos años con “Carmina Burana” y desde el pasado día 15 con “Caballeros en la Mar”, único en su género, bajo la dirección artística de David Pérez, basado en las sensaciones y vivencias íntimas de un marinero anónimo embarcado rumbo a mares desconocidos.

El insigne municipio conquense ha sido elegido para estos proyectos musicales, en una fuerte apuesta para conseguir que Uclés sea un centro neurálgico y referencia cultural en un futuro inmediato, con la finalidad de promocionar a través del Monasterio la cultura local a nivel nacional e internacional.

Además, el Monasterio de Uclés, forma parte de un conjunto de edificaciones construidas durante diferentes periodos históricos. Iniciadas durante la dominación musulmana alcanzó su plenitud como fortaleza junto a otras construcciones similares como el Convento de la Santa Cruz de Villaescusa de Haro, también en Cuenca remozado recientemente, con el objetivo de divulgar la conciliación cultural.

El nuevo proyecto del Monasterio de Uclés es pionero como espectáculo musical narrativo-pictórico. “Caballeros en la Mar” rinde un justo y merecido homenaje a los caballeros de la Orden de Santiago que surcaron los mares en misiones varias, destacando la gesta de Fernando de Magallanes, de la que se cumple el V Centenario.

Las representaciones, que han tenido en estos dos últimos fines de semana (días 15, 16 y 17 / 22, 23 y 24), han marcado un hito cultural, un éxito sin precedentes, con prolongados aplausos y bravos del público al término de cada actuación.     

La nostalgia, la gallardía y espíritu de aventura, la alegría y fiesta en tierras de acogida, la soledad sórdida, el miedo a lo desconocido, la muerte, la fascinación, la gesta, el cansancio y desfallecimiento, la ansiedad, las pasiones humanas en momentos extremos son, en definitiva, las que se han transmitido en este musical narrativo-pictórico a través de la música renacentista, la imagen artística y la palabra. 

En los conciertos, la Sala Grande del Monasterio se convierte en una nave, una especie de arca en la que los artistas y el público navegaban, en un gran cuadro donde las imágenes en movimiento dividen el espacio escénico en dos.

Un marinero anónimo, obviando la presencia del público, narra en voz alta lo que va escribiendo en su diario. Se encuentra en la cubierta de la nave y el mar inunda el cuadro. Al otro lado, se encuentran los músicos, situados como si estuvieran en la bodega del barco y sus rostros aparecen y desaparecen tras los dibujos que van desarrollando una historia paralela, construida con imágenes de ensoñación.

El programa, seleccionado y orquestado por Luis Carlos Ortiz, director musical, se ha basado en la música del renacimiento de la corte española del siglo XVI. La orquestación, hecha para un pequeño grupo de cámara, nos ha remitido a temas que hubieran podido escucharse en un barco durante la travesía en alguno de los viajes, y han combinado momentos de gran intensidad rítmica con otros de gran espiritualidad. 

Mediante la palabra, el guionista Andrés Alés, intentaba apuntalar estas emociones a través de un diálogo interior, íntimo, casi un pensamiento transmitido a media voz por el protagonista: un marinero anónimo que plasmaba en su diario las vivencias y emociones más profundas que se producían durante el viaje. 

Los más de 200 dibujos diseñados ad hoc por la ilustradora Ana Yedros, otra de las particularidades y originalidades de este musical, han creado un escenario indefinido y surrealista, casi como surgidos de la mente del marinero en momentos de ensoñación. 

En la puesta en escena, la interpretación narrativa ha puesto el acento en los textos, utilizando la música y la escena en equilibrio a su servicio como complemento y, musicalmente, el contexto armónico ha evolucionado de más simple a más rico para finalizar con un gran estallido festivo. 

La obra artística ha convivido con los concertistas creando un retablo en movimiento, que ha protagonizado un elenco musical con vocales de primer nivel que han interpretado “Caballeros en la Mar” en un espacio artístico vanguardista ideado para el evento.

En la muestra gastronómica temática, el espacio se ha inundado con reflejos del mar, y como si estuviéramos en la cubierta de un barco, el público se ha sentado en mesas alargadas para compartir el menú. Diseñado por un chef de prestigio, el ágape ha sido un recorrido geográfico y cultural compuesto de alimentos y especias que pudieron ir en los barcos en sus viajes alrededor del mundo.

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