Fin de año en Salvador: fiestas populares, cultura, mar cálido y mucha alegría brasileña

Situado en el noreste de Brasil, el estado de Bahía es casi tan grande como Francia. Es un mosaico de paisajes formado por desiertos, bosques, llanuras y montañas, playas y la Gran Bahía de Todos los Santos que es la carta de presentación de su capital, Salvador.  

Además de la belleza de su geografía y sobre todo de sus playas, Bahía posee un acervo histórico y cultural único, formado gracias al encuentro de la cultura de los pueblos originarios, la portuguesa y la de los distintos pueblos africanos que fueron llevados como esclavos durante tres siglos por el entonces Imperio Portugués.

Bahía fue denominada “Roma Negra”: es el lugar de Brasil que cuenta con el porcentaje más alto de negros fuera de África. Eso se percibe en las calles, en las costumbres, en la mezcla de culturas, credos, colores, sabores. Y también en la inmensa cantidad de festividades y celebraciones que se suceden a lo largo del año.

Desde fines de noviembre y hasta marzo, las fiestas se suceden sin prisa y sin pausa. La «temporada» se inaugura el 25 de noviembre con el Día de la Bahiana, un homenaje a la importancia histórica y cultural de la figura de la bahiana de acarajé, nombre dado a las mujeres que se dedican a la producción y venta de ese manjar típico de Bahía.

Se celebra con un gran desfile por las calles del centro, que culmina con un servicio religioso con música que rinde honor a la herencia africana de la ciudad de Salvador. El barrio colonial de Pelourinho, patrimonio de la humanidad de la Unesco, mezcla el legado cultural y un conjunto arquitectónico que lo hace una de las atracciones más importantes de Brasil.

El acarajé (buñuelo hecho de masa de alubias, relleno con camarones y frito en aceite de palma) es una comida ritual de la Orixá Lansã, que, en su versión realizada en los puestos callejeros esta siempre preparada por las conocidas bahianas. Según la tradición, fue la propia Orixá femenina Lansã (deidad de las tempestades) la que enseñó a otras mujeres cómo hacer este plato, para que tuvieran un trabajo que les permitiera criar a sus hijos.

Una semana después, llega el turno de homenajear a la propia Lansã: el 4 de diciembre tiene lugar la Fiesta de Santa Bárbara (que es la versión católica de Lansã). La ciudad se viste de rojo y blanco en honor a los colores de la orixa.  El punto central de la festividad es la emblemática Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los negros, construida gracias a la iniciativa y el esfuerzo de esclavos y libertos.

El 8 de diciembre, se realiza la Fiesta de Nuestra Señora de la Concepción de la Playa (Oxum en el candomblé), la santa patrona de Bahía. Uno de los puntos altos de los homenajes a la santa es la procesión que se inicia en el distrito comercial. Tradicionalmente, el colectivo lleva las andas con la imagen de la santa, además de las imágenes de San José y del Niño Jesús.

Y así llega el momento de despedir el año, el Reveillon (como le dicen en Brasil). La Nochevieja oficial de la ciudad se realiza en el estadio Daniela Mercury, en la playa de Boca do Rio, pero en muchas áreas de la ciudad, tanto en la playa como en las calles, se ofrecen espectáculos de fuegos artificiales, conciertos y música. Para quienes prefieren no asistir a un espectáculo, está la opción de ir a medianoche a la playa Farol da Barra, también con fuegos y espacio para brindar en la playa con una brisa renovadora.

Al día siguiente, 1º de enero, se lleva a cabo la procesión marítima del Bom Jesus dos Navegantes: mientras los barcos navegan en hileras por la Bahía de Todos-os-Santos, la fiesta profana se apodera de la Ciudad Baja, en medio del legado arquitectónico de la era colonial.

Muchos dicen que el mejor periodo para visitar Bahía empieza aquí: durante todo el mes de enero y el período de febrero que precede al Carnaval, no solo porque el clima es ideal para disfrutar las playas, sino también porque la ciudad está en su mejor momento.

Toda la energía latente del carnaval se siente en el aire, generando la expectación que produce la magia a punto de ser consumada. En este lapso se realizan los ensayos, espectáculos de comparsas y cantantes de axé (se pronuncia ayé), samba-reggae y pagode, que funcionan como bailes precarnavales.

A mediados de enero tiene lugar la más famosa de las fiestas de la plaza: el Lavado de la Iglesia del Señor de Bonfim (Oxalá en candomblé), famosas por las cintas de colores. Se trata de una procesión con gran participación popular, a la cual la gente acude en carros decorados, y centenares de mujeres vestidas de bahianas, con sus jarrones llenos de agua perfumada. Durante el tradicional lavado, las puertas de la Iglesia permanecen cerradas y las mujeres bahianas vierten agua perfumada en las escalinatas y en el atrio, al son de toques y cantos de carácter afrorreligioso.

La fiesta de São Lázaro (Omolu en Candomblé) tiene lugar el último domingo de enero. Se celebra en la iglesia de São Lázaro y São Roque, en la Federación (está entre Rio Vermelho y Barra, fuera del paseo marítimo). Una imagen de San Lázaro se lleva en procesión por el barrio después de una misa. Luego, se encienden velas en honor a la orixá Babalú-Ayé, u Omolu. Los miembros de la comunidad son bendecidos con lluvias de palomitas de maíz por las sacerdotisas del Candomblé.  

El 2 de febrero, dedicado a Nuestra Señora de los Navegantes en el calendario católico, es una fiesta en el mar, la última gran fiesta antes del Carnaval. La ciudad íntegra acude a la playa del distrito de Rio Vermelho para saludar a Iemanjá (la deidad femenina más importante del candomble, protectora de los navegantes y el hogar, diosa de la fertilidad y madre de los peces). La celebración envuelve miles de personas que, vestidas de blanco, entregan al mar todo tipo de ofrendas para la diosa, tales como flores, espejos, bisuterías, comidas y perfumes.

Sin dudas, la apoteosis de la temporada festiva es el Carnaval. En Salvador, es la fiesta más grande y esperada y, quizás por esa razón, comienza unos días antes que en el resto de Brasil. Con una duración de casi un mes, envuelve a los asistentes en un ambiente de fiesta con música en vivo, baile, desfiles de coloridas carrozas o carros alegóricos, fuegos artificiales y, por supuesto, mucha comida y cachaça, el tradicional aguardiente de caña.

A ritmo de tambores y mucho axé, Bahia nunca deja de sorprender. Primera capital del Brasil (1549-1763), Salvador y su vista al mar turquesa ha sido un punto de confluencia de culturas europeas, africanas y amerindias. Ese legado único perdura a toda hora, todos los días.

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