Pocos países pueden presumir de aunar en tan poco espacio una combinación única de historia milenaria, lugares santos, naturaleza bella y árida, kilómetros de desierto, ciudades vibrantes, el mejor ocio nocturno, un crisol de culturas y hasta de playas espectaculares en el famoso Mar Muerto. A escasas 4 horas de avión desde España, al otro lado del Mediterráneo, Israel es uno de esos destinos sorprendentes que hay que conocer.
La visita a Israel, adecuada en cualquier momento del año, tiene como punto de inicio sus dos ciudades más emblemáticas. Separadas por 70 km, Tel Aviv y Jerusalén tienen poco en común.
Con más de 3.000 años de historia, Jerusalén es una visita obligada para cualquiera, sea religioso o no. En la ciudad santa no debes dejar de visitar el Muro Occidental (Lamentaciones), el lugar de oración más sagrado para el judaísmo, situado en un lateral de una gran plaza a los pies del Monte del Templo. La Mezquita de Al-Aqsa, la de mayor tamaño en Jerusalén, y la Cúpula de la Roca, construidas ambas en el siglo VII, para los musulmanes; y la Basílica del Santo Sepulcro, lugar sagrado para los cristianos.
Más allá del fervor religioso, la ciudad invita al visitante a contemplarla, a callejearla. Solo así pueden descubrirse elementos como sus famosas ocho puertas de acceso a la ciudad amurallada, o la Torre de David. Lo cierto es que en Jerusalén lo mejor es pasear y dejarse llevar porque todo aquí es historia. Viajar a Jerusalén debería ser obligatorio. Crisol de culturas y religiones, la ciudad es una de las más antiguas de nuestra civilización y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Foto: VI Estación – Vía Dolorosa – Jerusalén
Foto: Plaza y Muro Occidental – Jerusalén.
Foto: Excavaciones – Ciudad de David – Jerusalén.
La intensidad y emotividad de Jerusalén tiene en Tel Aviv a su perfecto reverso. La joven ciudad israelí, abocada como está al Mediterráneo, se erige como el complemento a su vecina gracias a su hedonista propuesta. Y es que Tel Aviv parece haber sido creada para disfrutarla: ya sea del sol en sus kilométricas playas, probando su rica oferta gastronómica con atención a la oferta vegana, su noche 24/7, bailando en el masivo desfile del orgullo gay de cada mes de junio, o deleitándose con la sobriedad arquitectónica del movimiento Bauhaus, que este año cumple su centenario. Cualquier opción de ocio existe en Tel Aviv hasta el punto de que el visitante duda si está a tan poca distancia de Jerusalén.
Tel Aviv, conocida también como la ciudad que nunca se detiene, fue la primera ciudad judía moderna que se levantó en Israel, y en torno a ella gira la vida económica y cultural del país. Playas, un paseo marítimo lleno de vida, el puerto de Old Jaffa con sus históricas callejuelas, restaurantes y tiendas con encanto, o el famoso Mercado de Carmel, son solo algunos de los lugares que no te puedes perder.
Foto: Playa – Tel Aviv.
Foto: Museo de Arte de Tel Aviv.
Foto: Encurtidos.
Si estas dos ciudades presentan ofertas bien diferenciadas, el desierto de Israel supone una nueva vuelta de tuerca. El Negev, espacio árido, brutal y vasto cubre casi el 60% de la superficie del país y al mismo se accede desde la ciudad sureña de Eilat. Pese a la sequedad del entorno, la zona ofrece actividades difícilmente reproducibles en otras partes del mundo: desde senderismo a rappel, pasando por ciclismo de montaña o espeleología. Es en este desierto donde está el Maktesh Ramon (cráter Ramón) El cráter Ramón tiene 40 kilómetros de largo, y entre 2 y 10 kilómetros de ancho, y su forma recuerda a un corazón alargado. Forma parte de la reserva natural de Ramón que incluye también las montañas circundantes del Negev.
Foto: Maktesh Ramon – Negev.
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