Bonn. La segunda vida de la antigua capital

No existen muchas ciudades en el mundo que, con su joven historia, deban vivir con el título de «antigua capital». Bonn es una de ellas. Pero quien creyera que Bonn, sin los honores de ser la capital de Alemania, caería en una especie de letargo, quedará completamente decepcionado. Este antiguo «pueblo federal» es hoy una metrópoli cultural y económica de rango internacional, que se presenta consciente de su propia valía y tan cosmopolita como siempre. Bonn representó a Alemania en calidad de capital en unos tiempos que no fueron los peores para el país: la de la democracia. De ahí que el recorrido que parte del Museo de Historia de la República Federal de Alemania (Haus der Geschichte) y transcurre por los lugares contemporáneos más relevantes del antiguo barrio gubernamental, reciba el nombre de «Camino hacia la democracia». Todavía pueden visitarse lugares emblemáticos de la política alemana como el Palacio Schaumburg, el Kanzlerbungalow (residencia del canciller) o la antigua sala del Parlamento. En la exposición permanente de la Fundación del Museo de Historia se puede revivir la República de Bonn. La muestra de un sinfín de materiales como el Mercedes de Adenauer, documentos, fotos y películas despiertan los recuerdos del visitante mientras ilustran los acontecimientos históricos y políticos que abarcan desde la posguerra hasta la reunificación alemana. Sin embargo, Bonn no es solo una antigua capital: su fama como ciudad de las artes traspasa fronteras. Con unas puestas en escena de renombre mundial, el Teatro de Bonn es una referencia para un público muy exigente, así como la Bienal de Teatro, que se celebra desde 1992, y que también ha logrado hacerse un hueco entre los festivales internacionales. Como ciudad natal de Beethoven, cada año Bonn homenajea a su hijo de fama internacional con el Festival de Beethoven, una serie de conciertos que cada mes de septiembre y octubre difunden el esplendor de la excepcional música clásica. Otro de los esplendores de la ciudad, aunque de muy distinta índole, es el espectáculo musical y de fuegos artificiales «Rhein in Flammen®» (el Rin en llamas), en el que una flota iluminada de barcos discurre por el río, rodeada por maravillosos fuegos de artificio, bajo el cielo de la ciudad al compás de una música rimbombante. La ciudad afianza su fama como capital alemana del arte con dos de los museos más relevantes de Alemania, el Museo de Arte de Bonn y la Sala de Arte y Salón de Exposiciones de la República Federal de Alemania, más conocida como «Bundeskunsthalle». El Museo de Arte exhibe una de las colecciones más completas del expresionismo alemán, además de arte alemán contemporáneo y artes gráficas internacionales a partir de 1945. La Sala de Arte, por el contrario, tiene mayores aspiraciones: presentar la «riqueza intelectual y cultural del país» de una forma apropiada y ser defensora del diálogo internacional entre cultura y política. Son unos objetivos muy ambiciosos, pero los millones de visitantes cada año son una prueba de que realmente pueden cumplirse. No son millones pero sí centenares de personas las que visitan los otros muchos museos de la ciudad, como el Museo Alemán de Bonn, un auténtico imán para los aficionados a la técnica. Aquí se exponen 100 obras maestras de ingeniería y tecnología de forma completa, es decir, desde el momento en que se inventó hasta el estado actual de su desarrollo. Asimismo, el Museo August Macke, el Museo de las Mujeres, el Museo Académico de Arte y el Museo de la Ciudad tienen sus grupos de seguidores. La ciudad también cuenta con un museo al aire libre con numerosas y excepcionales obras expuestas por toda la ciudad, entre ellas, la fachada del Juridicum diseñada por Víctor Vasarely, las esculturas «Large Two Forms» de Henry Moore, frente a la antigua cancillería alemana, y «Die Wolkenschale» (Fuente de Nubes) de Hans Arp, frente a la biblioteca de la Universidad. Sin duda, todas ellas obras dignas de una capital.  

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