Sobrepasado el ecuador del año y en plena temporada de verano, la Mesa del Turismo advierte del panorama confuso que afronta el sector, caracterizado por contradicciones y amenazado por incertidumbres. Para esta agrupación empresarial, por tanto, el ejercicio a realizar debe ser analizar las contradicciones, para ver si son reales o aparentes, y diagnosticar las incertidumbres para tratar de definir las medidas que ayuden a despejarlas.
Las contradicciones
La Mesa del Turismo considera que las contradicciones se reflejan en la contraposición de las cifras oficiales de crecimiento del número de turistas (+2,8% en turistas entre enero y junio) y de gasto e ingresos turísticos, frente a las manifestaciones de las asociaciones hoteleras que reflejan la caída de la demanda para algunos de los destinos principales. Caída que se traduce en una notable presión sobre los precios.
Ambas posturas parecen incompatibles, pero ambas responden a la realidad. Profundizando un poco en las cifras oficiales se advierte que algunos destinos de sol y playa, como Baleares y Canarias, están experimentando un decrecimiento preocupante. La competencia de otros destinos mediterráneos y la disminución de la capacidad aérea se traducen en una caída de la demanda según los datos oficiales. Así, en Canarias acumulan un descenso del 2,8% en los seis primeros meses del año.
Mientras, la estadística FRONTUR indica que el turismo urbano está creciendo, con cifras que en Madrid alcanzan un +14,5% en junio. Asimismo, crece Cataluña, incluida Barcelona.
“Este somero análisis pone de relieve que el turismo hacia España está cambiando ya desde hace tiempo”, comenta el secretario general de la Mesa del Turismo, Germán Porras. En efecto, la demanda de turismo organizado (-6,8% en paquetes en enero-junio 2019) -fundamental para muchos de nuestros destinos de sol y playa- está evolucionando hacia el viaje individual de corta duración, atraído tanto a los destinos tradicionales como a los destinos alternativos. “El sector hotelero es plenamente consciente de ello, con las grandes cadenas diversificando su oferta con nuevos establecimientos en ciudades españolas, al tiempo que renuevan los que se encuentran en destinos de sol y playa. Esta renovación debería acompañarse por la inversión pública en servicios e infraestructuras en los destinos maduros”, añade Porras.
La Mesa del Turismo reconoce que el sector turístico ha venido realizando un gran esfuerzo inversor para incrementar la calidad de las instalaciones y especializar su oferta para que su competitividad frente a otros destinos mediterráneos no se base en el precio. El acierto de este esfuerzo viene avalado por la participación de los sectores financieros, los fondos y las socimis, que no dudan en involucrarse en numerosos proyectos. Las inversiones de estas entidades en el sector hotelero han sido de 13.669 millones de euros en los pasados 5 años. En 2019 la inversión prevista se eleva a 5.000 millones de euros.
Los estudios que la Mesa del Turismo lleva a cabo con la Universidad Antonio de Nebrija prevén que este año se saldará con un crecimiento moderado de turistas y de ingresos. Pero es aquí donde las previsiones pueden verse afectadas por las incertidumbres que se proyectan sobre el turismo.
Las incertidumbres
Dos son las que más preocupan: el BREXIT sin acuerdo y el movimiento social denominado con la palabra sueca flygskam, que se puede traducir por la expresión “vergüenza a volar”.
En cuanto al BREXIT sin acuerdo, la Mesa del Turismo señala que hasta hace muy poco el mercado británico se ha venido comportando como si no existiera esa amenaza. “Efectivamente, el BREXIT ha sido un problema político, pero sin traducción directa en el ámbito turístico”, apunta el secretario general de la Mesa. Sin embargo, ya en 2019 se empieza a percibir una desaceleración de la demanda británica que, sin duda, se va a agravar con la fuerte caída de la libra a raíz de la llegada al Gobierno británico de un equipo que amenaza con una salida sin acuerdo.
Ésta sería una catástrofe para el turismo británico -augura el representante de la Mesa del Turismo-, ya que al debilitamiento de la economía británica se unirían la falta de marcos regulatorios del transporte aéreo, del régimen de visados, de la asistencia sanitaria al viajero, del viaje con mascotas, del “roaming”, del régimen de los trabajadores en el sector, etc.
Respecto al movimiento flygskam o “vergüenza a volar”, sería un error minusvalorarlo. Los movimientos sociales actuales, cualquiera que sea su leit motiv, se han convertido en motivadores de la acción social y tienen capacidad para influir en las decisiones de gobiernos y organizaciones internacionales.
El flygskam surgió en Suecia como un movimiento que se opone a los viajes en avión argumentando que contribuyen de manera significativa a la emisión de gases invernadero y, por tanto, al cambio climático. Propone sustituir el avión por otro medio de transporte que sea menos contaminante, e incluso renunciar a volar. Rápidamente ha encontrado eco en la Europa Occidental. Los Gobiernos de Holanda, Bélgica y Francia ya han diseñado medidas fiscales para gravar los viajes en avión. El de Francia, por ejemplo, propone un impuesto sobre el billete que va de 1,5 a los 18 euros.
La Comisión Europea, por su parte, ha elaborado un estudio que afirma que, si bien el impacto de los nuevos gravámenes que propone para los viajes en avión (impuestos al billete, al queroseno o aumento del IVA) implicarían una reducción del 11% en el volumen de negocio del sector aéreo, el impacto final en el PIB de la UE sería neutro. La razón es que esa reducción se compensaría con el aumento de actividad de otros sectores económicos que recibirían el apoyo financiero de los gobiernos con los recursos obtenidos con los impuestos a la aviación.
El Informe de la CE llega a afirmar que este análisis es válido tanto para el conjunto de la UE como para cada uno de los países miembros. “Sin embargo, es difícil de entender esta afirmación desde un país como España, que ocupa un lugar geográficamente periférico y cuyo turismo llega en un 82% por vía aérea. El Gobierno español se ha manifestado en contra de este enfoque impositivo. Es de esperar que mantenga activamente esta posición en el seno de la Unión Europea”, opina Germán Porras.
La Mesa del Turismo argumenta que para poner freno al cambio climático es preciso abordar con racionalidad un tema tan emotivo como es el de la “vergüenza a volar”. En primer término, porque las estimaciones generales coinciden en que la aviación contribuye en un limitado 5% a la emisión de gases invernadero; y, en segundo lugar, porque la aviación está realizando su debida contribución a frenar el cambio climático. Tanto los fabricantes de aeronaves, con motores cada vez más eficientes, como las aerolíneas sustituyendo los aparatos más antiguos por nuevos que suponen menos emisiones y a la vez son más rentables por su menor consumo de combustible. Según señala la Asociación de Líneas Aéreas, han renovado su flota con 800 nuevos aviones que reducirán las emisiones en un 24% y se han invertido 1.000 millones de euros en la investigación de nuevos combustibles.
“Frente a este esfuerzo del sector de la aviación, los Gobiernos y la Comisión Europea sólo piensan en medidas fiscales, en vez de afrontar la congestión del espacio aéreo europeo que supone un aumento del 30% en el tiempo de vuelo”, critica el secretario general de la Mesa. De hecho, los problemas estructurales del sistema europeo de control del tráfico aéreo han provocado un incremento del 5,8% en las emisiones de CO2 y la revisión del marco regulatorio del Espacio Único Europeo lleva 18 años pendiente.